«Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura.»

Antonio Machado

La continua apertura de nuevos comercios en la capital lidera casi desde el comienzo de la crisis el ranking de las actividades más dinámicas de nuestro municipio. El viraje a centro económico del centro histórico y turístico de la ciudad responde a la recuperación que el propio ciudadano ha asimilado durante la última década, valorando lo propio como un bien común no suficientemente reivindicado hasta entonces. Como el huevo a la gallina, nadie sabe si fue el foráneo el responsable de esta inversión al hacerle ver al autóctono con sus ojos de turista la realidad desde una óptica distinta o, al contrario, el inestimable esfuerzo que se está haciendo por revitalizar y mantener el entorno el que reveló al ciudadano algo oculto tras una capa secular de detritus.

Aún queda mucho por hacer, muchas fuerzas que aunar y mucho control que ejercer.

Si estamos apostando decididamente por ser una ciudad de servicios, cuyo PIB depende enormemente de los ingresos que recibe procedentes del turismo, tendremos que empezar por reconocer que el Centro no es lo único desde luego, pero sí lo primero que se ve. Hemos comentado en varias ocasiones en este mismo blog, la divergencia existente entre el Centro histórico y el Turístico. Si bien el segundo es una pequeña parte de aquél, la mentalidad política debería superar de una vez las barreras mentales de la almendra medieval para alcanzar extramuros aquellos espacios urbanos con un alto contenido patrimonial cuya incorporación a la red de itinerarios turísticos es tan inmediata como sencilla. El contenido está ahí para extenderse progresivamente a otros escenarios, pero es necesario que un determinado hito urbano con potencial turístico esté suficientemente integrado dento de una trama urbana bien diseñada.

El Concurso anual de patios que se ha celebrado recientemente en el barrio de la Trinidad-Perchel ha conseguido afianzarse hasta convertirse en una cita atractiva. El tiempo y la constancia de los colectivos implicados revelará la urgencia por darlo a conocer al turista si se supera con éxito la frontera que es el río Guadalmedina, borde oeste del conglomerado turístico.

El Jardín de la Concepción es un claro exponente de la complejidad implícita en la articulación eficaz de estos hitos urbanos. El conjunto botánico merece por sí mismo una visita a la ciudad así como una vinculación más estrecha con la capital, no ya por la facilidad que se ofrezca con el transporte urbano sino también por la libertad que tenga el viandante para alcanzar su acceso en un paseo suficientemente cómodo y atractivo para ser recorrido. Algo que dista mucho de ser una realidad.

Para el Centro Histórico, sin embargo, una solución eficaz ha sido buscar la uniformidad en el diseño de calles y otros enclaves urbanos para entretejer esos hitos. Con el interés puesto en mejorar la accesibilidad y, sobre todo su estética, se ha elegido para la pavimentación de las vías un programa basado en la corrección de las formas y la calidad de los materiales. Mientras el caserío de intramuros ve reforzada su imagen urbana por el empleo de pavimentos y mobiliario acordes a la calidad del entorno, los antiguos arrabales comienzan a recuperarse del letargo con algunas actuaciones, las menos, que gravitan fundamentalmente alrededor del primer escenario local, el Teatro Cervantes,  las calles de Madre de Dios, Montaño y, sobre todo la plaza de la Merced y otros puntos de alto interés urbano y paisajístico como el eje Paseo del Parque-Plaza de Toros.

“Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no vas bien vestido.” George Bryan Brummel

Tal y como comentaba al principio, la continua apertura de negocios y la urgencia por iniciar la actividad está generando la proliferación de un fenómeno ciertamente llamativo: la reforma de locales que antes fueron farmacias, luego especerías, más tarde zapaterías y por último tiendas de todo a cien en tiempo récord. La finalidad es desde luego abrir y rentabilizar, pero no es menos real que el atractivo de un local comercial empieza en el mismo momento en el que se aprecia su imagen desde la calle. Desde las antiguas Ordenanzas para el Ornato y Embellecimiento Público hasta los actuales Planes de Protección de Reforma Interior del Centro, existe desde hace décadas una preocupación por la conservación e integración de unas directrices estéticas afines al inmueble en el que se ubica.

Y la actual crisis no debe ser escenario ni excusa del “ahora todo vale”. El interés progresivo que está viviendo el ciudadano por su entorno más inmediato genera en ocasiones una acalorada demanda social cuando según argumentos en muchas ocasiones bien fundamentados, un proyecto arquitectónico no cuenta con el beneplácito de la ciudadanía. Existen criterios de composición formal y estética, seguramente revisables, que el arquitecto debe asumir en el diseño arquitectónico, una carta de Colores específicamente desarrollada para el Centro Histórico con una estructuración por etapas históricas y estilos acorde a la gama cromática secular que se respeta. Todo eso es correcto cuando la mirada se eleva desde la primera planta, ¿pero qué sucede entonces con los bajos comerciales? Porque a veces es inevitable volver la cara para asistir perplejo a la imagen completamente distorsionada que ofrecen muchos comercios de nuestra ciudad. No consiste ya únicamente en que los huecos estén completamente desfigurados o que los elementos decorativos o los materiales empleados hayan sido sustituidos por otros que no por ser nuevos son mejores, es simplemente que el empleo de un color inadecuado o de una cartelería carente del más mínimo sentido estético puede arruinar al completo la calidad arquitectónica de un edificio. Una buena presencia se completa con unos mejores zapatos. Estamos viviendo una etapa de revelación, que los políticos vienen a llamar “ de puesta en valor”, en que la ciudad comienza a despojarse de esa veladura desconchada y triste que la ha dominado en los últimos cuarenta años. La variedad cromática existente ha conseguido reafirmar la idea de que el color no es una mera casualidad decorativa sino una parte plenamente decisiva de la idea final del proyecto. El Centro Histórico es la sala de estar de la ciudad, quizás el espacio con un uso más intensivo de esa gran casa que es la ciudad. Y por ello nos pertenece a todos y como tal no debería ser objeto de decisiones desafortunadas que son un motivo más para dar un segundo paso hacia su degradación.

Perfeccionemos el modelo.

«Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura.»

Antonio Machado

La continua apertura de nuevos comercios en la capital lidera casi desde el comienzo de la crisis el ranking de las actividades más dinámicas de nuestro municipio. El viraje a centro económico del centro histórico y turístico de la ciudad responde a la recuperación que el propio ciudadano ha asimilado durante la última década, valorando lo propio como un bien común no suficientemente reivindicado hasta entonces. Como el huevo a la gallina, nadie sabe si fue el foráneo el responsable de esta inversión al hacerle ver al autóctono con sus ojos de turista la realidad desde una óptica distinta o, al contrario, el inestimable esfuerzo que se está haciendo por revitalizar y mantener el entorno el que reveló al ciudadano algo oculto tras una capa secular de detritus.

Aún queda mucho por hacer, muchas fuerzas que aunar y mucho control que ejercer.

Si estamos apostando decididamente por ser una ciudad de servicios, cuyo PIB depende enormemente de los ingresos que recibe procedentes del turismo, tendremos que empezar por reconocer que el Centro no es lo único desde luego, pero sí lo primero que se ve. Hemos comentado en varias ocasiones en este mismo blog, la divergencia existente entre el Centro histórico y el Turístico. Si bien el segundo es una pequeña parte de aquél, la mentalidad política debería superar de una vez las barreras mentales de la almendra medieval para alcanzar extramuros aquellos espacios urbanos con un alto contenido patrimonial cuya incorporación a la red de itinerarios turísticos es tan inmediata como sencilla. El contenido está ahí para extenderse progresivamente a otros escenarios, pero es necesario que un determinado hito urbano con potencial turístico esté suficientemente integrado dento de una trama urbana bien diseñada.

El Concurso anual de patios que se ha celebrado recientemente en el barrio de la Trinidad-Perchel ha conseguido afianzarse hasta convertirse en una cita atractiva. El tiempo y la constancia de los colectivos implicados revelará la urgencia por darlo a conocer al turista si se supera con éxito la frontera que es el río Guadalmedina, borde oeste del conglomerado turístico.

El Jardín de la Concepción es un claro exponente de la complejidad implícita en la articulación eficaz de estos hitos urbanos. El conjunto botánico merece por sí mismo una visita a la ciudad así como una vinculación más estrecha con la capital, no ya por la facilidad que se ofrezca con el transporte urbano sino también por la libertad que tenga el viandante para alcanzar su acceso en un paseo suficientemente cómodo y atractivo para ser recorrido. Algo que dista mucho de ser una realidad.

Para el Centro Histórico, sin embargo, una solución eficaz ha sido buscar la uniformidad en el diseño de calles y otros enclaves urbanos para entretejer esos hitos. Con el interés puesto en mejorar la accesibilidad y, sobre todo su estética, se ha elegido para la pavimentación de las vías un programa basado en la corrección de las formas y la calidad de los materiales. Mientras el caserío de intramuros ve reforzada su imagen urbana por el empleo de pavimentos y mobiliario acordes a la calidad del entorno, los antiguos arrabales comienzan a recuperarse del letargo con algunas actuaciones, las menos, que gravitan fundamentalmente alrededor del primer escenario local, el Teatro Cervantes,  las calles de Madre de Dios, Montaño y, sobre todo la plaza de la Merced y otros puntos de alto interés urbano y paisajístico como el eje Paseo del Parque-Plaza de Toros.

“Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no vas bien vestido.” George Bryan Brummel

Tal y como comentaba al principio, la continua apertura de negocios y la urgencia por iniciar la actividad está generando la proliferación de un fenómeno ciertamente llamativo: la reforma de locales que antes fueron farmacias, luego especerías, más tarde zapaterías y por último tiendas de todo a cien en tiempo récord. La finalidad es desde luego abrir y rentabilizar, pero no es menos real que el atractivo de un local comercial empieza en el mismo momento en el que se aprecia su imagen desde la calle. Desde las antiguas Ordenanzas para el Ornato y Embellecimiento Público hasta los actuales Planes de Protección de Reforma Interior del Centro, existe desde hace décadas una preocupación por la conservación e integración de unas directrices estéticas afines al inmueble en el que se ubica.

Y la actual crisis no debe ser escenario ni excusa del “ahora todo vale”. El interés progresivo que está viviendo el ciudadano por su entorno más inmediato genera en ocasiones una acalorada demanda social cuando según argumentos en muchas ocasiones bien fundamentados, un proyecto arquitectónico no cuenta con el beneplácito de la ciudadanía. Existen criterios de composición formal y estética, seguramente revisables, que el arquitecto debe asumir en el diseño arquitectónico, una carta de Colores específicamente desarrollada para el Centro Histórico con una estructuración por etapas históricas y estilos acorde a la gama cromática secular que se respeta. Todo eso es correcto cuando la mirada se eleva desde la primera planta, ¿pero qué sucede entonces con los bajos comerciales? Porque a veces es inevitable volver la cara para asistir perplejo a la imagen completamente distorsionada que ofrecen muchos comercios de nuestra ciudad. No consiste ya únicamente en que los huecos estén completamente desfigurados o que los elementos decorativos o los materiales empleados hayan sido sustituidos por otros que no por ser nuevos son mejores, es simplemente que el empleo de un color inadecuado o de una cartelería carente del más mínimo sentido estético puede arruinar al completo la calidad arquitectónica de un edificio. Una buena presencia se completa con unos mejores zapatos. Estamos viviendo una etapa de revelación, que los políticos vienen a llamar “ de puesta en valor”, en que la ciudad comienza a despojarse de esa veladura desconchada y triste que la ha dominado en los últimos cuarenta años. La variedad cromática existente ha conseguido reafirmar la idea de que el color no es una mera casualidad decorativa sino una parte plenamente decisiva de la idea final del proyecto. El Centro Histórico es la sala de estar de la ciudad, quizás el espacio con un uso más intensivo de esa gran casa que es la ciudad. Y por ello nos pertenece a todos y como tal no debería ser objeto de decisiones desafortunadas que son un motivo más para dar un segundo paso hacia su degradación.

Perfeccionemos el modelo.