Todo el programa se componía mediante una sucesión de estancias sin cualificación alguna, en la que lo importante no era tanto el ‘estar’ como el ‘llegar’.

La distribución había de mantenerse como tal por lo que la intervención partió de la elección de una nueva paleta de colores más vitalista y juvenil.

La limpieza formal del blanco, la calidez y textura de la madera y el reflejo y la transparencia del vidrio fueron los tres elementos elegidos.

Manteniendo la estructura de base de la escalera se diseñó una nueva barandilla que hiciese la vez de celosía por lo que la escalera, siempre presente, se torna ahora en protagonista que organiza los espacios sin sobrecargarlos.

Al tratarse de una vivienda con pocas aberturas al exterior, se apostó decididamente por una luz artificial envolvente seleccionando para ello una iluminación técnica que creara un ambiente relajado aportando algunas pinceladas de luz focal en luminarias decorativas como la lámpara Mine o la Coccote en gran formato.

No hacía falta nada más.