Me desconciertan aquellas ocasiones en que, repentinamente, la ciudad que mejor conozco se descubre en ambientes familiares ofreciéndome una nueva cara de sí misma. Nos ocurrió el pasado lunes cuando salíamos con el coche del aparcamiento subterráneo de la calle Salitre de Málaga capital. Desde una de las estrechas salidas laterales se nos fue desvelando, poco a poco, la fachada trasera de un edificio diferente.
No se distinguía desde luego por ser más bonito o más feo que los demás pero sí tenía algo que le hacía verdaderamente particular. Con un recurso tan económico como el color había conseguido revelar una nueva realidad hacia la calle.
Me pregunto de quién habrá sido la idea. Si difícil es poner de acuerdo a la propia familia, inalcanzable resulta pensarlo si se trata de una comunidad de vecinos. Así que me es fácil fabular con estas “sorpresas” que hacen que la realidad se torne si quiera un poquito más ilusionante. Me imaginé entonces que aquel edificio que no se distinguía precisamente por su ubicación privilegiada, ni por el equilibrio de sus fachadas, ni por el lujo de sus materiales, ni por ofrecer las mejores vistas, había decidido, de algún modo cambiar de aspecto sin mudar de piel, maquillarse a fin de cuentas.
Me gusta imaginar que quizás un vecino aficionado a Mondrian a Gris o Braque había sugerido en una reunión de vecinos que tal vez se podía ir más allá de pintar las fachadas a secas ampliando la paleta cromática para componer un verdadero cuadro urbano. Y qué mejor que al lado del CAC Málaga…
La idea de maquillaje en una ciudad no es siempre vista con agrado. Al contrario, casi siempre es motivo de guerra entre bandos opuestos. Si para las personas, un buen maquillaje potencia las cualidades positivas de nuestro físico, en un entorno urbano maquillar es sinónimo de “esconder”, de ocultar los defectos negativamente. Maquillar implica una solución rápida para tapar un problema grave que no tiene pinta de solucionarse a medio plazo debido normalmente a la carencia de medios, sobre todo económicos.
Hasta que vemos soluciones como esta de la calle Concepción y comenzamos a comprender que existen matices. Casi siempre, las buenas ideas son más valiosas que los medios materiales o económicos que disponemos para llevar a cabo un proyecto. Reconvertir la imagen del edificio seriado de ventanas y balcones sin intención compositiva alguna mediante el uso de líneas y colores que rompen su monotonía nos parece todo un acierto.
Por eso aplaudimos desde endosdedos la iniciativa. Enhorabuena