Si difícil es enfrentarse al papel en blanco, tanto aún más lo es cuando el factor tiempo se perfila como determinante en la idea de proyecto.

Aunque el tamaño no importe según se dice, no existe a mi entender un proyecto simple, fácil de abordar. Esto no le resta interés, al contrario.  Tanto si se trata de una gran extensión de terreno como de un pequeño recinto, los condicionantes previos y sobre todo la génesis de una directriz general suponen una dificultad añadida. Sin entrar en aspectos técnicos, el diseño de jardines lleva implícito la temporalidad por el empleo de materiales vivos que añaden al proyecto variables que, bien articuladas, pueden conducirnos hacia el proyecto singular.

Hace unos días tomábamos café con una amiga. Habíamos quedado con ella para que nos hablara de su ruta por Norteamérica de la que acaba de regresar con la agradable sensación de haber realizado uno de los viajes de su vida. Entre otras cosas nos contó que de los lugares que había tenido la oportunidad de visitar, el que más le había impresionado era la Miller House de Eero Saarinen en Columbus, Indiana. Ella no es del gremio y ni siquiera una persona especialmente atraída por la arquitectura o la decoración: se define de «empática a secas con el diseño». Conocemos la Casa Miller por ser uno de los referentes de la Arquitectura del siglo XX, por su permanente actualidad  como una de esas obras atemporales a las que siempre acudir como inspiración. Su arquitectura, inseparable de un interiorismo y mobiliario diseñados ex profeso como un todo conjunto aporta un amplio catálogo de ambientes, texturas, colores y materiales que consiguen aportar calidez y serenidad a un interior cuyos espacios se relacionan abiertamente  con el vergel exterior.  Visuales y ejes relacionan ambos mundos de un modo magistral,  tanto que su vigencia a día de hoy es indiscutible, siendo una referencia clara de muchas de las propuestas en materia de arquitectura que se publicitan como de última generación.

Ésta sí que es última generación de hace 60 años.

No obstante, de todo su discurso no destacó en general la propia casa, ni sus detalles más atractivos; lo que más llamó su atención fue el jardín.

Daniel Urban Kiley (http://tclf.org/pioneers/dan-kiley) nació en Boston en 1914 familiarizándose con el paisajismo y la jardinería de la mano de Warren Manning uno de los artífices del diseño paisajístico norteamericano en la primera mitad del siglo XX. Fue en Harvard, en el año 1936, donde gracias a sus estudios en Arquitectura Paisajista tuvo la posibilidad de desarrollar su interés por la aplicación de los fundamentos del Movimiento Moderno al paisajismo, en una época en que la jardinería se contemplaba impasible en los estilos del pasado aseverando un modo clasista de entender esta rama del diseño.

diseño de Kanteleen Kutsu para marimekko
diseño de Kanteleen Kutsu para marimekko

Desde 1943 a 1945 colabora con Saarinen en su oficina OOS. Diseña los juzgados para los juicios de Nuremberg cuya estancia en Europa le acerca a la jardinería del viejo continente y, en especial de Le Nôtre, artífice del Parque de Versalles entre otros.

Kiley traduce a la naturaleza las herramientas que Saarinen aplica al proyecto arquitectónico y Girard al interiorismo (cuyos diseños parecen pertenecer a nuestro tiempo, véanse por ejemplo los de Kanteleen Kutsu para marimekko o los de IKEA sin ir más lejos). Desde el concepto de proyecto total, al modo de los Arts&Crafts de William Morris, se desarrolla un proyecto sin fisuras. De la interrelación de  espacios interiores a las aperturas bien estudiadas hacia el paisaje exterior. De  las pérgolas y los lucernarios, al cuidadoso estudio de la luz y del modo en que ésta penetra en el interior de la vivienda directamente o tamizada a través de la vegetación. Del  uso de materiales y textiles, con diseños inspirados en el grafismo al empleo de las formas de la naturaleza en el diseño interior. Kiley reúne todos estos logros y los aplica en el exterior, combinando elementos vegetales, mobiliario y obras de arte para la realización del jardín.

La clara y marcada geometría de los espacios ajardinados inspirados por algunos en la mejor arquitectura de Mies van der Rohe, por otros  en la pintura de Mondrian, seguro que todos con razón, está ausente de una simetría convencional estableciendo puntos de referencia (mobiliario de jardín, objetos, esculturas, árboles etc.) que componen tridimensionalmente un equilibrado ritmo entre lleno y vacío, acompañándolo de fuertes combinaciones florales sin que la naturaleza ofrezca un sometimiento vacío a la razón del ser humano. Un enorme eje sembrado de acacias atraviesa la finca de norte a sur mientras que sendas esculturas ubicadas en un extremo y otro del paseo enfatizaron la potencia de ese eje. Con el paso del tiempo, las esculturas originales fueron retiradas de su lugar, mutilándose en parte la razón de ser de dicho eje.

Vista desde el jardín

Lo cierto es que 60 años después somos nosotros, sus visitantes, los que seguramente podemos disfrutar de ese jardín  en toda su plenitud, al modo en que seguramente lo imaginó Kiley en su origen. El crecimiento de las plantas y la necesaria pátina del tiempo son valores añadidos al proceso.

Aprovechamos tras esa conversación para revisar ese viejo proyecto y, sobre todo para contemplar una necesaria visita en el futuro.

http://www.imamuseum.org/millerhouse

 

 

Si difícil es enfrentarse al papel en blanco, tanto aún más lo es cuando el factor tiempo se perfila como determinante en la idea de proyecto.

Aunque el tamaño no importe según se dice, no existe a mi entender un proyecto simple, fácil de abordar. Esto no le resta interés, al contrario.  Tanto si se trata de una gran extensión de terreno como de un pequeño recinto, los condicionantes previos y sobre todo la génesis de una directriz general suponen una dificultad añadida. Sin entrar en aspectos técnicos, el diseño de jardines lleva implícito la temporalidad por el empleo de materiales vivos que añaden al proyecto variables que, bien articuladas, pueden conducirnos hacia el proyecto singular.

Hace unos días tomábamos café con una amiga. Habíamos quedado con ella para que nos hablara de su ruta por Norteamérica de la que acaba de regresar con la agradable sensación de haber realizado uno de los viajes de su vida. Entre otras cosas nos contó que de los lugares que había tenido la oportunidad de visitar, el que más le había impresionado era la Miller House de Eero Saarinen en Columbus, Indiana. Ella no es del gremio y ni siquiera una persona especialmente atraída por la arquitectura o la decoración: se define de «empática a secas con el diseño». Conocemos la Casa Miller por ser uno de los referentes de la Arquitectura del siglo XX, por su permanente actualidad  como una de esas obras atemporales a las que siempre acudir como inspiración. Su arquitectura, inseparable de un interiorismo y mobiliario diseñados ex profeso como un todo conjunto aporta un amplio catálogo de ambientes, texturas, colores y materiales que consiguen aportar calidez y serenidad a un interior cuyos espacios se relacionan abiertamente  con el vergel exterior.  Visuales y ejes relacionan ambos mundos de un modo magistral,  tanto que su vigencia a día de hoy es indiscutible, siendo una referencia clara de muchas de las propuestas en materia de arquitectura que se publicitan como de última generación.

Ésta sí que es última generación de hace 60 años.

No obstante, de todo su discurso no destacó en general la propia casa, ni sus detalles más atractivos; lo que más llamó su atención fue el jardín.

Daniel Urban Kiley (http://tclf.org/pioneers/dan-kiley) nació en Boston en 1914 familiarizándose con el paisajismo y la jardinería de la mano de Warren Manning uno de los artífices del diseño paisajístico norteamericano en la primera mitad del siglo XX. Fue en Harvard, en el año 1936, donde gracias a sus estudios en Arquitectura Paisajista tuvo la posibilidad de desarrollar su interés por la aplicación de los fundamentos del Movimiento Moderno al paisajismo, en una época en que la jardinería se contemplaba impasible en los estilos del pasado aseverando un modo clasista de entender esta rama del diseño.

diseño de Kanteleen Kutsu para marimekko
diseño de Kanteleen Kutsu para marimekko

Desde 1943 a 1945 colabora con Saarinen en su oficina OOS. Diseña los juzgados para los juicios de Nuremberg cuya estancia en Europa le acerca a la jardinería del viejo continente y, en especial de Le Nôtre, artífice del Parque de Versalles entre otros.

Kiley traduce a la naturaleza las herramientas que Saarinen aplica al proyecto arquitectónico y Girard al interiorismo (cuyos diseños parecen pertenecer a nuestro tiempo, véanse por ejemplo los de Kanteleen Kutsu para marimekko o los de IKEA sin ir más lejos). Desde el concepto de proyecto total, al modo de los Arts&Crafts de William Morris, se desarrolla un proyecto sin fisuras. De la interrelación de  espacios interiores a las aperturas bien estudiadas hacia el paisaje exterior. De  las pérgolas y los lucernarios, al cuidadoso estudio de la luz y del modo en que ésta penetra en el interior de la vivienda directamente o tamizada a través de la vegetación. Del  uso de materiales y textiles, con diseños inspirados en el grafismo al empleo de las formas de la naturaleza en el diseño interior. Kiley reúne todos estos logros y los aplica en el exterior, combinando elementos vegetales, mobiliario y obras de arte para la realización del jardín.

La clara y marcada geometría de los espacios ajardinados inspirados por algunos en la mejor arquitectura de Mies van der Rohe, por otros  en la pintura de Mondrian, seguro que todos con razón, está ausente de una simetría convencional estableciendo puntos de referencia (mobiliario de jardín, objetos, esculturas, árboles etc.) que componen tridimensionalmente un equilibrado ritmo entre lleno y vacío, acompañándolo de fuertes combinaciones florales sin que la naturaleza ofrezca un sometimiento vacío a la razón del ser humano. Un enorme eje sembrado de acacias atraviesa la finca de norte a sur mientras que sendas esculturas ubicadas en un extremo y otro del paseo enfatizaron la potencia de ese eje. Con el paso del tiempo, las esculturas originales fueron retiradas de su lugar, mutilándose en parte la razón de ser de dicho eje.

Vista desde el jardín

Lo cierto es que 60 años después somos nosotros, sus visitantes, los que seguramente podemos disfrutar de ese jardín  en toda su plenitud, al modo en que seguramente lo imaginó Kiley en su origen. El crecimiento de las plantas y la necesaria pátina del tiempo son valores añadidos al proceso.

Aprovechamos tras esa conversación para revisar ese viejo proyecto y, sobre todo para contemplar una necesaria visita en el futuro.

http://www.imamuseum.org/millerhouse