Nos comportamos constantemente como si la hiperactividad nos impidiese concluir adecuadamente un trabajo. Iniciamos obras para luego dejarlas inacabadas, cojas, tal cual un texto carente de conjunciones.

Nos hemos acostumbrado a gestionar nuestras ciudades como si de inmensos patchwork se tratasen, tejidos a partir de retales mal hilvanados. Nos reiteramos constantemente hasta el hastío en ese falso orgullo de lo inconcluso, como si este mal endémico fundamentase nuestra idiosincrasia.  Cualquier ciudad -cercana, familiar- cumple fielmente a esta expectativa, disponiendo aquí y allá de parques, plazas, avenidas y edificios  en general irresueltos.

Si sobrevolásemos la ciudad en globo contemplando el panorama urbano a nuestros pies, desde la periferia al centro dispondríamos de un amplio catálogo de obras incompletas, arquitecturas que –sin valorar su funcionalidad- se presentan truncadas. Si a priori no dudamos en reconocer que una obra de arte no apreciable en su totalidad es una obra carente de plenitud,  también debemos serlo para reconocer que a la obra arquitectónica le sucede exactamente lo mismo, a pesar de la validez de cada una de sus partes. Por supuesto que existen arquitecturas de tal  calidad que una visión sesgada o la simple apreciación de alguno de sus fragmentos las hace merecedoras de reconocimiento, pero esto no debería ser óbice para que –en los casos en que una gestión fallida ha paralizado su culminación- no sean completadas.

Cualquiera podría plantear en ese viaje imaginario un completo itinerario de arquitecturas truncadas señalándolas sobre el plano.

Cuando a finales del siglo XVIII las obras de la Catedral de Málaga se paralizaron por causas no bien definidas –el mito considera que la inversión para finalizarla se dedicase a la independencia de los Estados Unidos y otros registros, menos míticos pero iguales de honrosos, consideran ese capital derivado hacia las obras de una carretera- pocos imaginaban que éstas se quedasen indefinidamente estancadas. Hasta la fecha. La inmensa fábrica incompleta de la catedral de Málaga es como una ‘folie’ urbana. Podríamos imaginarla respaldada por una gran grúa, una estampa desgraciadamente común en estos tiempos de crisis.

Antes de que se diesen por finalizadas las obras del Palacio de Bibliotecas y Archivos de Málaga en la recién alineada calle Alcazabilla, a mediados de los años 50, fue descubierto un arco. Tal estructura pertenecía a la cávea de un Teatro Romano. La construcción del jardín anexo que ejercía de compás de acceso al nuevo edificio quedó inconclusa. La excavación paulatina del teatro marginó definitivamente los jardines del enorme edificio modificando su funcionamiento al desplazar el acceso principal hacia a otro secundario desde la calle Alcazabilla. Edificio y jardines formaban parte de una obra unitaria. La desaparición del segundo introdujo falta de lógica en el primero. Finalmente ambos desaparecieron y el teatro emergió de nuevo.

Los propíleos de acceso al puerto de Málaga fueron objeto de un concurso de reordenación del frente marítimo de la ciudad en la plaza de la Marina, en un proyecto que componía una nueva fachada de la ciudad del mar, suprimiendo calles y edificios de cierta importancia para la trama histórica. La Equitativa, los tres edificios de la Acera de la Marina, la Plaza en sí y este acceso monumental al puerto componían esa intervención global. Sin embargo, la dilatación de las obras y la carestía económica hicieron imposible culminar la obra.

En la misma zona, sin embargo, el muelle dos del puerto o Palmeral de las Sorpresas extendió su radio de acción hacia la plaza de la Marina, entendiendo que el futuro paseo al borde del mar debía plantearse como una continuidad de ese salón urbano que es la calle Larios. Una alfombra ‘flotante’ superaba la barrera del Paseo de los Curas afianzando al peatón en su conquista del espacio urbano. El muelle dos se ejecutó, siendo una obra exquisita y de alta calidad urbana, sin embargo, motivos económicos, políticos y administrativos frustraron la idea de culminar esta obra con la conexión planteada. El puerto se mantiene ajeno a la ciudad ayudado por la autovía de 4 carriles en que se ha convertido el Paseo de los Curas.

Un concurso del año 2003 falló a favor de los arquitectos Elías Torres y Martínez Lapeña. Su propuesta para las estaciones del suburbano planteadas como fanales de luz subterráneos se imponía a la imagen tradicional de las estaciones de metro oscuras y asfixiantes  transformándolas en un atrio suburbano en el que gozar de luz natural. Empleando  vidrio conformado en diversos colores, los proyectos duermen el sueño de los justos, siendo sustituidos por un diseño unitario y común para todas las estaciones del metro en Andalucía según consideró la Junta. Incompleto al igual que inconcluso el trazado de las líneas.

 

A mediados de febrero de 2011 se iniciaron las obras de mejora de la plaza de la Merced, ese vasto espacio antesala del centro turístico en el arrabal norte de la ciudad. La costosa intervención planteaba -entre otras ideas- la construcción en el lateral norte de una serie de plataformas elevadas de madera en la que se insertaban bancos y vegetación arbórea que ya en el proyecto de ejecución fueron sutilmente eliminados. Sin embargo, en los renders que se publicaron en la página web de las obras se mantuvieron. Este deseo de ocupar la plaza desde otra perspectiva distinta mediante esas tarimas elevadas permitía hacer un uso diferente del espacio urbano, emplazando al paseante en una posición más libre ¿Temor a que se hiciese un mal uso de ellas o falta de financiación?

En muchas ocasiones, las mutilaciones de los proyectos se quedan almacenadas en la cabeza del proyectista o en el mejor de los casos en la clausura de su estudio.

¿Pero qué sucede en rehabilitación cuando la obra terminada es conocida y bien documentada?

Ante nuestra demostrada capacidad para dejar algo inconcluso, existen ciertos instrumentos que nos permiten controlar mejor cómo terminar adecuadamente una obra. Entre otras muchas, la Ley del Patrimonio que por algo se redactó.

Según se define en el TÍTULO II.Conservación y Restauración. Artículo 20. Criterios de conservación.2. Las restauraciones respetarán las aportaciones de todas las épocas existentes, así como las pátinas, que constituyan un valor propio del bien. La eliminación de alguna de ellas sólo se autorizará, en su caso, y siempre que quede fundamentado que los elementos que traten de suprimirse supongan una degradación del bien y su eliminación fuere necesaria para permitir la adecuada conservación del bien y una mejor interpretación histórica y cultural del mismo. Las partes suprimidas quedarán debidamente documentadas.

La reciente rehabilitación de los pabellones de la Terminal de Trenes de Málaga, ha devuelto a la explanada de la estación una imagen hasta entonces desconocida para muchos de un bien patrimonial protegido por la ley autonómica. Criterios de rehabilitación aparte, la opción de devolver a los pabellones, su imagen ‘original’, ha propiciado la reconstrucción de elementos hasta ahora desconocidos para los más jóvenes: huecos, cubiertas, relojes, molduras, etc. que si bien se identifican con la imagen primigenia -de la que existe amplia constancia gráfica- desestima por completo en ese ejercicio de anastilosis la recolocación de la marquersina a dos aguas que enlazaba los dos pabellones. Con argumentos como que la marquesina no era original y que su reposición llevaría a la colocación de un elemento no perteneciente al proyecto inicial, sí es cierto que la fachada ha quedado incompleta al considerar los pabellones como torreones independientes y no agrupados en un conjunto.

Ese parece nuestro sino. Inacabar.

Al igual que tenemos plenamente desarrollado nuestro gen para no finalizar adecuadamente algo, también tenemos otro que no sólo nos anima a culminar una obra sino a completarla con artefactos ajenos que acaban por desvirtuar el proyecto original.

Pero esa ya es harina de otro costal. Hasta entonces, seguiremos vigilando.

 

 

 

Nos comportamos constantemente como si la hiperactividad nos impidiese concluir adecuadamente un trabajo. Iniciamos obras para luego dejarlas inacabadas, cojas, tal cual un texto carente de conjunciones.

Nos hemos acostumbrado a gestionar nuestras ciudades como si de inmensos patchwork se tratasen, tejidos a partir de retales mal hilvanados. Nos reiteramos constantemente hasta el hastío en ese falso orgullo de lo inconcluso, como si este mal endémico fundamentase nuestra idiosincrasia.  Cualquier ciudad -cercana, familiar- cumple fielmente a esta expectativa, disponiendo aquí y allá de parques, plazas, avenidas y edificios  en general irresueltos.

Si sobrevolásemos la ciudad en globo contemplando el panorama urbano a nuestros pies, desde la periferia al centro dispondríamos de un amplio catálogo de obras incompletas, arquitecturas que –sin valorar su funcionalidad- se presentan truncadas. Si a priori no dudamos en reconocer que una obra de arte no apreciable en su totalidad es una obra carente de plenitud,  también debemos serlo para reconocer que a la obra arquitectónica le sucede exactamente lo mismo, a pesar de la validez de cada una de sus partes. Por supuesto que existen arquitecturas de tal  calidad que una visión sesgada o la simple apreciación de alguno de sus fragmentos las hace merecedoras de reconocimiento, pero esto no debería ser óbice para que –en los casos en que una gestión fallida ha paralizado su culminación- no sean completadas.

Cualquiera podría plantear en ese viaje imaginario un completo itinerario de arquitecturas truncadas señalándolas sobre el plano.

Cuando a finales del siglo XVIII las obras de la Catedral de Málaga se paralizaron por causas no bien definidas –el mito considera que la inversión para finalizarla se dedicase a la independencia de los Estados Unidos y otros registros, menos míticos pero iguales de honrosos, consideran ese capital derivado hacia las obras de una carretera- pocos imaginaban que éstas se quedasen indefinidamente estancadas. Hasta la fecha. La inmensa fábrica incompleta de la catedral de Málaga es como una ‘folie’ urbana. Podríamos imaginarla respaldada por una gran grúa, una estampa desgraciadamente común en estos tiempos de crisis.

Antes de que se diesen por finalizadas las obras del Palacio de Bibliotecas y Archivos de Málaga en la recién alineada calle Alcazabilla, a mediados de los años 50, fue descubierto un arco. Tal estructura pertenecía a la cávea de un Teatro Romano. La construcción del jardín anexo que ejercía de compás de acceso al nuevo edificio quedó inconclusa. La excavación paulatina del teatro marginó definitivamente los jardines del enorme edificio modificando su funcionamiento al desplazar el acceso principal hacia a otro secundario desde la calle Alcazabilla. Edificio y jardines formaban parte de una obra unitaria. La desaparición del segundo introdujo falta de lógica en el primero. Finalmente ambos desaparecieron y el teatro emergió de nuevo.

Los propíleos de acceso al puerto de Málaga fueron objeto de un concurso de reordenación del frente marítimo de la ciudad en la plaza de la Marina, en un proyecto que componía una nueva fachada de la ciudad del mar, suprimiendo calles y edificios de cierta importancia para la trama histórica. La Equitativa, los tres edificios de la Acera de la Marina, la Plaza en sí y este acceso monumental al puerto componían esa intervención global. Sin embargo, la dilatación de las obras y la carestía económica hicieron imposible culminar la obra.

En la misma zona, sin embargo, el muelle dos del puerto o Palmeral de las Sorpresas extendió su radio de acción hacia la plaza de la Marina, entendiendo que el futuro paseo al borde del mar debía plantearse como una continuidad de ese salón urbano que es la calle Larios. Una alfombra ‘flotante’ superaba la barrera del Paseo de los Curas afianzando al peatón en su conquista del espacio urbano. El muelle dos se ejecutó, siendo una obra exquisita y de alta calidad urbana, sin embargo, motivos económicos, políticos y administrativos frustraron la idea de culminar esta obra con la conexión planteada. El puerto se mantiene ajeno a la ciudad ayudado por la autovía de 4 carriles en que se ha convertido el Paseo de los Curas.

Un concurso del año 2003 falló a favor de los arquitectos Elías Torres y Martínez Lapeña. Su propuesta para las estaciones del suburbano planteadas como fanales de luz subterráneos se imponía a la imagen tradicional de las estaciones de metro oscuras y asfixiantes  transformándolas en un atrio suburbano en el que gozar de luz natural. Empleando  vidrio conformado en diversos colores, los proyectos duermen el sueño de los justos, siendo sustituidos por un diseño unitario y común para todas las estaciones del metro en Andalucía según consideró la Junta. Incompleto al igual que inconcluso el trazado de las líneas.

 

A mediados de febrero de 2011 se iniciaron las obras de mejora de la plaza de la Merced, ese vasto espacio antesala del centro turístico en el arrabal norte de la ciudad. La costosa intervención planteaba -entre otras ideas- la construcción en el lateral norte de una serie de plataformas elevadas de madera en la que se insertaban bancos y vegetación arbórea que ya en el proyecto de ejecución fueron sutilmente eliminados. Sin embargo, en los renders que se publicaron en la página web de las obras se mantuvieron. Este deseo de ocupar la plaza desde otra perspectiva distinta mediante esas tarimas elevadas permitía hacer un uso diferente del espacio urbano, emplazando al paseante en una posición más libre ¿Temor a que se hiciese un mal uso de ellas o falta de financiación?

En muchas ocasiones, las mutilaciones de los proyectos se quedan almacenadas en la cabeza del proyectista o en el mejor de los casos en la clausura de su estudio.

¿Pero qué sucede en rehabilitación cuando la obra terminada es conocida y bien documentada?

Ante nuestra demostrada capacidad para dejar algo inconcluso, existen ciertos instrumentos que nos permiten controlar mejor cómo terminar adecuadamente una obra. Entre otras muchas, la Ley del Patrimonio que por algo se redactó.

Según se define en el TÍTULO II.Conservación y Restauración. Artículo 20. Criterios de conservación.2. Las restauraciones respetarán las aportaciones de todas las épocas existentes, así como las pátinas, que constituyan un valor propio del bien. La eliminación de alguna de ellas sólo se autorizará, en su caso, y siempre que quede fundamentado que los elementos que traten de suprimirse supongan una degradación del bien y su eliminación fuere necesaria para permitir la adecuada conservación del bien y una mejor interpretación histórica y cultural del mismo. Las partes suprimidas quedarán debidamente documentadas.

La reciente rehabilitación de los pabellones de la Terminal de Trenes de Málaga, ha devuelto a la explanada de la estación una imagen hasta entonces desconocida para muchos de un bien patrimonial protegido por la ley autonómica. Criterios de rehabilitación aparte, la opción de devolver a los pabellones, su imagen ‘original’, ha propiciado la reconstrucción de elementos hasta ahora desconocidos para los más jóvenes: huecos, cubiertas, relojes, molduras, etc. que si bien se identifican con la imagen primigenia -de la que existe amplia constancia gráfica- desestima por completo en ese ejercicio de anastilosis la recolocación de la marquersina a dos aguas que enlazaba los dos pabellones. Con argumentos como que la marquesina no era original y que su reposición llevaría a la colocación de un elemento no perteneciente al proyecto inicial, sí es cierto que la fachada ha quedado incompleta al considerar los pabellones como torreones independientes y no agrupados en un conjunto.

Ese parece nuestro sino. Inacabar.

Al igual que tenemos plenamente desarrollado nuestro gen para no finalizar adecuadamente algo, también tenemos otro que no sólo nos anima a culminar una obra sino a completarla con artefactos ajenos que acaban por desvirtuar el proyecto original.

Pero esa ya es harina de otro costal. Hasta entonces, seguiremos vigilando.