Elevarse sobre las cabezas de los demás. Asomarse a las alturas más allá de las azoteas para contemplar esa otra fachada de la ciudad reservada para los privilegiados.

Si algo se ha mantenido inalterable en el ser humano durante siglos ha sido su interés por alcanzar las cotas más altas. Nuestro afán por alzarnos hacia las alturas ha permanecido inquebrantable a lo largo del tiempo. Quién se resiste a la posibilidad de subirse a esta torre, o a aquel mirador o montaña para observar desde lo alto.

La orografía ha sido desde siempre un factor fundamental para determinar la posibilidad de una ciudad de abrirse a perspectivas distintas. Ver el conjunto sin alejarse de ella, ascender hasta alturas considerables sin abandonarla es quizás una de las ventajas que algunas urbes poseen en suerte debido a ese factor natural y a una afortunada evolución constructiva que ha sumado puntos en vez de restarle posibilidades.

En un Post anterior sobre la exposición en el Rectorado de la UMA de la Colección de Bienvenido Arenas se hacía referencia en una de las fotografías al hermoso panorama que la ciudad había perdido tras construir la alta muralla de viviendas de la plaza de El Ejido. Málaga, rica en una accidentada orografía, ha crecido desbordada por el desarrollismo abandonando aquellos lugares que le permitía observarse desde sí a sí misma; si bien mantiene algunos espacios emblemáticos en el Monte de Gibralfaro o la Alcazaba.

También es cierto que ese interés por las alturas, ha sido cultivado por el urbanita en las azoteas, en los áticos, pero ese beneficio privado no interesa en lo que a bienes públicos se refiere. Si aún no  es posible asomarse a la ciudad desde alguna de las torres de las iglesias, esa función pública es obsequiada desde las terrazas de verano de los hoteles urbanos que se ofertan desde sus establecimientos. Son verdaderos descubrimientos, ya bien explotados en otras capitales como Barcelona, Madrid, Bilbao o Valencia, en los que existen auténticas rutas por dichas terrazas y en los que su visita se constituye casi como una marca turística distintiva.  Sin embargo esa función pública queda velada por su obvio servicio pay per view.

 

 

 

 

Hasta que experiencias como la del High Line de Nueva York lleguen hasta estas latitudes o la iniciativa privada se reactive ofreciendo estas azoteas públicas al menos a sus inquilinos, sería bien aprovechable que las administraciones tuviesen en esta opción un salto diferencial de calidad.

El Plan Municipal de Aparcamientos de la Sociedad Municipal de Aparcamientos de Málaga SMASSA lleva veinticinco años promoviendo la construcción de estos equipamientos en los barrios de la ciudad con el fin de paliar el déficit de plazas a nivel de calle.

En la mayoría de los casos la iniciativa ha sido bien aceptada por el beneficio que llevaba aparejado al situar sobre ellos espacios libres con destino público, limitados en la mayoría de los casos a nivel de de jardinería por la existencia de estos equipamientos bajo su suelo. La posibilidad de desarrollar áreas verdes reales sobre las azoteas de aparcamientos emergentes es una posibilidad no novedosa pero sí inexistente en la ciudad. El encarecimiento económico que supone la excavación de un parking subterráneo se vería en cierto modo paliado si en algunas ocasiones se viese sustituido por la opción del edificio de aparcamientos cuya azotea fuese trabajada como un espacio público diseñado expresamente para ello. Quizás el beneficio económico generado pudiese ser empleado para engendrar nuevos espacios libres de mayor calidad sobre sus azoteas.

La posibilidad existe, ¿cómo sería entonces la ciudad si en general los edificios públicos empezasen por rediseñar esos espacios desaprovechados al menos para sus ocupantes?

Mirador-plaza elevada-jardín-espacio de intercomunicación, todo en uno…

Elevarse sobre las cabezas de los demás. Asomarse a las alturas más allá de las azoteas para contemplar esa otra fachada de la ciudad reservada para los privilegiados.

Si algo se ha mantenido inalterable en el ser humano durante siglos ha sido su interés por alcanzar las cotas más altas. Nuestro afán por alzarnos hacia las alturas ha permanecido inquebrantable a lo largo del tiempo. Quién se resiste a la posibilidad de subirse a esta torre, o a aquel mirador o montaña para observar desde lo alto.

La orografía ha sido desde siempre un factor fundamental para determinar la posibilidad de una ciudad de abrirse a perspectivas distintas. Ver el conjunto sin alejarse de ella, ascender hasta alturas considerables sin abandonarla es quizás una de las ventajas que algunas urbes poseen en suerte debido a ese factor natural y a una afortunada evolución constructiva que ha sumado puntos en vez de restarle posibilidades.

En un Post anterior sobre la exposición en el Rectorado de la UMA de la Colección de Bienvenido Arenas se hacía referencia en una de las fotografías al hermoso panorama que la ciudad había perdido tras construir la alta muralla de viviendas de la plaza de El Ejido. Málaga, rica en una accidentada orografía, ha crecido desbordada por el desarrollismo abandonando aquellos lugares que le permitía observarse desde sí a sí misma; si bien mantiene algunos espacios emblemáticos en el Monte de Gibralfaro o la Alcazaba.

También es cierto que ese interés por las alturas, ha sido cultivado por el urbanita en las azoteas, en los áticos, pero ese beneficio privado no interesa en lo que a bienes públicos se refiere. Si aún no  es posible asomarse a la ciudad desde alguna de las torres de las iglesias, esa función pública es obsequiada desde las terrazas de verano de los hoteles urbanos que se ofertan desde sus establecimientos. Son verdaderos descubrimientos, ya bien explotados en otras capitales como Barcelona, Madrid, Bilbao o Valencia, en los que existen auténticas rutas por dichas terrazas y en los que su visita se constituye casi como una marca turística distintiva.  Sin embargo esa función pública queda velada por su obvio servicio pay per view.

 

 

 

 

Hasta que experiencias como la del High Line de Nueva York lleguen hasta estas latitudes o la iniciativa privada se reactive ofreciendo estas azoteas públicas al menos a sus inquilinos, sería bien aprovechable que las administraciones tuviesen en esta opción un salto diferencial de calidad.

El Plan Municipal de Aparcamientos de la Sociedad Municipal de Aparcamientos de Málaga SMASSA lleva veinticinco años promoviendo la construcción de estos equipamientos en los barrios de la ciudad con el fin de paliar el déficit de plazas a nivel de calle.

En la mayoría de los casos la iniciativa ha sido bien aceptada por el beneficio que llevaba aparejado al situar sobre ellos espacios libres con destino público, limitados en la mayoría de los casos a nivel de de jardinería por la existencia de estos equipamientos bajo su suelo. La posibilidad de desarrollar áreas verdes reales sobre las azoteas de aparcamientos emergentes es una posibilidad no novedosa pero sí inexistente en la ciudad. El encarecimiento económico que supone la excavación de un parking subterráneo se vería en cierto modo paliado si en algunas ocasiones se viese sustituido por la opción del edificio de aparcamientos cuya azotea fuese trabajada como un espacio público diseñado expresamente para ello. Quizás el beneficio económico generado pudiese ser empleado para engendrar nuevos espacios libres de mayor calidad sobre sus azoteas.

La posibilidad existe, ¿cómo sería entonces la ciudad si en general los edificios públicos empezasen por rediseñar esos espacios desaprovechados al menos para sus ocupantes?

Mirador-plaza elevada-jardín-espacio de intercomunicación, todo en uno…