Ojeando una entrevista a Miquel Adriá, director de la revista especializada ‘Arquine’, que el diario ‘el mundo’ publicó a principios del pasado mes de febrero,  (accesible desde internet en http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/08/suvivienda/1328703216.html) me quedé ciertamente confuso por el modo en el que el entrevistado sentenciaba que, en definitiva, la arquitectura del espectáculo, fruto de un acelerado proceso de crecimiento de las ciudades inmersas en esa espiral enloquecida en que se convirtieron algunos centros del planeta había entrado también en una profunda crisis. ¿Dónde está la revelación?

En la misma entrevista se emplazaba a los interesados a acudir a una cita en el que primeras figuras de la arquitectura mundial expondrían en el congreso “Desplazamientos” (Ciudad de México, Marzo 2012) sus apreciaciones acerca del concepto desplazamiento desde distintas perspectivas: Por un lado, el de los arquitectos que se desplazan a un sitio por elección a los lugares donde se están dando las oportunidades y, por el otro, el fenómeno de los desplazamientos forzosos de comunidades, originados en cuestiones políticas o desastres naturales«. La relación por tanto entre ambos conceptos me resulta curiosa a la vez que discordante tras leer la relación de arquitectos que participarán en el encuentro  (Zaha Hadid, Sou Fujimoto, Alejandro Zaera, Thomas Heatherwick, Benedetta Tagliabue, Antón García Abril, Steven Holl entre otros) más o menos conocidos para el lego en la materia pero todos ellos pertenecientes al Star System de la profesión. Arquitectos a los que desde luego por lo que ha trascendido sobre su trayectoria profesional en artículos, revistas especializadas, conferencias, etc. no destacaría por su labor en la investigación sobre los ‘desplazados forzosamente’.

He echado de menos la aparición entre los ponentes del Congreso de un arquitecto muy conocido también y experto en la materia porque precisamente su escalada hacia ese olimpo se hizo desde el estudio y la experimentación con los  asentamientos de viviendas para personas sin refugio: Shigeru Ban, 1957. Tokio, Japón.

En el artículo, recogido en el apartado noticias de una página web no especializada ( http://www.belt.es/noticiasmdb/home2_noticias.asp?id=6726 ) y procedente casi con toda seguridad de otra página o diario, Shigeru Ban relata una serie de acontecimientos que marcaron su devenir profesional. Cita en primer lugar que cuando las revueltas de Ruanda en 1995 dejaron a miles de personas sin hogar, su experiencia con los terremotos de Kobe en su Japón natal durante el año anterior le hizo recapacitar en las acciones que se estaban llevando a cabo para alojarles. Observó que la ONU aportaba grandes superficies de plástico para que se habilitasen alojamientos temporales construidos mediante una estructura de madera que proporcionaban los bosques cercanos. Y relata Yo creia que en África siempre hacía calor y me impresionaron las imágenes de gente temblando bajo los plásticos azules. La baja permeabilidad de este material, que disminuía la sensación térmica en el interior de los habitáculos añadía una problemática más a la situación de los alojados. De un lado se les protegía de la intemperie, pero de otro se incrementaba su incapacidad para soportar el frío. El empleo insostenible de la madera de los bosques acabó por deforestar el país, acusando aún más su  predisposición a los desastres naturales.

El arquitecto propuso el empleo de materiales reciclables como el cartón para la construcción de este tipo de equipamientos tan necesarios, requiriendo de un largo proceso de experimentación para justificar su adecuación a la intemperie.

El hecho es que la idea de emplear el cartón como material constructivo no había aparecido allí como una solución alternativa y sostenible, Ban ya había empleado estos materiales en la construcción de otras obras con fines muy distintos: la vivienda de su madre, o un pabellón para una retrospectiva de Alvar Aalto, el arquitecto finlandés, entre otros.

Lo verdaderamente importante es que el catastrófico resultado (deforestación) de una necesidad inmediata (alojamiento) así como una errónea gestión por parte de los organismos internacionales (plástico aportado por la ONU sobre estructuras de madera de los bosques cercanos) había ocasionado que se pensase en emplear un material que si bien él  antes había usado como un recurso novedoso, estético y sostenible carecía en su obra de connotaciones previas “humanitarias”.

El prototipo del mínimo cobijo formado por sencillas  estructuras de cartón prensado altamente resistentes cubiertas con plástico azul consiguió convencer a la ONU, que en colaboración con Médico sin Fronteras, lo  distribuyó por toda África.

En el artículo relata además con ironía que el cobijo, para quien se queda sin él, es una necesidad fundamental, y ofrecer ese alivio es el trabajo de los arquitectos. Pero no he conocido a muchos interesados en ese campo. Históricamente, los arquitectos trabajamos para los poderosos: los reyes antes, las grandes empresas hoy. Nuestra arquitectura representa su dinero y su poder. Es una responsabilidad de los arquitectos hacer bien esos edificios porque definen las ciudades en las que vivimos. Pero también es importante trabajar para otro tipo de gente. Es una oportunidad para un arquitecto poder dar cobijo a alguien».

Lejos de las interpretaciones y susceptibilidades que pueda dar esta explicación (ofrecer ese alivio, otro tipo de gente, oportunidad) sí es cierto que, a menudo, y precisamente en estos años atrás que parecen ya tan lejanos, los arquitectos hemos parecido olvidar precisamente la naturaleza de nuestra función social: el crear cobijo.

Por eso al leer en el artículo la relación de conferenciantes del Congreso “Desplazamientos” no pude más que sentir cierta extrañeza al relacionar en el mismo lugar el Desplazamiento del profesional arquitecto a otros países en busca de una realidad mejor o al menos distinta, con el de los desplazados por causas totalmente ajenas y desde luego menos esperanzadoras (hambruna, guerras, desastres naturales, regímenes políticos, etc…) que me hacen pensar en la trivialidad con la que se trata en muchísimas ocasiones la Cooperación al Desarrollo y la necesidad de personas realmente implicadas y con ganas de actuar planteándose desde la misma génesis de su acción un enfoque previo con el que dilucidar cuáles son las necesidades de ese grupo, cuál es su problemática, qué soluciones se le pueden aportar y cómo enfocarlas.

Y me planteo algunos interrogantes:

¿Es consciente el arquitecto de la labor fundamental de su oficio en especial en estos lugares y circunstancias?

¿Hay cierto oportunismo alentado por las actuales circunstancias económicas y sociales en reconducir su actividad hacia los fines sociales?

¿Han revertido realmente los últimos avances tecnológicos en el estudio de los alojamientos a ‘desplazados forzosos’?

Pero no he conocido a muchos interesados en ese campo decía Shigeru Ban en la entrevista ¿existe un interés real por aportar formación a los profesionales de la construcción en lo que se ha venido a denominar como “arquitectura de emergencia” en las Universidades, en los estudios de postgrado, etc?

La salida no es desde luego actuar puntualmente para solucionar un problema también puntual (catástrofe natural, guerra, hambre, etc) sino en implicar y trabajar mano a mano con  los afectados para que la solución aplicada con urgencia tenga una evolución real que favorezca el desarrollo de ese colectivo (¿qué ocurre después? esas viviendas no pueden ser para toda la vida, ¿y los otros equipamientos necesarios: escuelas, centros sanitarios, etc?¿podrán regresar estas personas a su primitivo emplazamiento? ¿reconstruir sus vidas?).

La solución no es sencilla, pero la realidad tampoco se presta a ello. No hay que ir demasiado lejos para observar cómo asentamientos que se plantearon como temporales en nuestras ciudades para colectivos de personas con las que no se sabe muy bien qué hacer siguen años después ahí sin que la desidia administrativa ni la incapacidad política se implique realmente.

No hace falta ni siquiera que salgas del país, seguro que hay alguno en tu propia ciudad.

Ojeando una entrevista a Miquel Adriá, director de la revista especializada ‘Arquine’, que el diario ‘el mundo’ publicó a principios del pasado mes de febrero,  (accesible desde internet en http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/08/suvivienda/1328703216.html) me quedé ciertamente confuso por el modo en el que el entrevistado sentenciaba que, en definitiva, la arquitectura del espectáculo, fruto de un acelerado proceso de crecimiento de las ciudades inmersas en esa espiral enloquecida en que se convirtieron algunos centros del planeta había entrado también en una profunda crisis. ¿Dónde está la revelación?

En la misma entrevista se emplazaba a los interesados a acudir a una cita en el que primeras figuras de la arquitectura mundial expondrían en el congreso “Desplazamientos” (Ciudad de México, Marzo 2012) sus apreciaciones acerca del concepto desplazamiento desde distintas perspectivas: Por un lado, el de los arquitectos que se desplazan a un sitio por elección a los lugares donde se están dando las oportunidades y, por el otro, el fenómeno de los desplazamientos forzosos de comunidades, originados en cuestiones políticas o desastres naturales«. La relación por tanto entre ambos conceptos me resulta curiosa a la vez que discordante tras leer la relación de arquitectos que participarán en el encuentro  (Zaha Hadid, Sou Fujimoto, Alejandro Zaera, Thomas Heatherwick, Benedetta Tagliabue, Antón García Abril, Steven Holl entre otros) más o menos conocidos para el lego en la materia pero todos ellos pertenecientes al Star System de la profesión. Arquitectos a los que desde luego por lo que ha trascendido sobre su trayectoria profesional en artículos, revistas especializadas, conferencias, etc. no destacaría por su labor en la investigación sobre los ‘desplazados forzosamente’.

He echado de menos la aparición entre los ponentes del Congreso de un arquitecto muy conocido también y experto en la materia porque precisamente su escalada hacia ese olimpo se hizo desde el estudio y la experimentación con los  asentamientos de viviendas para personas sin refugio: Shigeru Ban, 1957. Tokio, Japón.

En el artículo, recogido en el apartado noticias de una página web no especializada ( http://www.belt.es/noticiasmdb/home2_noticias.asp?id=6726 ) y procedente casi con toda seguridad de otra página o diario, Shigeru Ban relata una serie de acontecimientos que marcaron su devenir profesional. Cita en primer lugar que cuando las revueltas de Ruanda en 1995 dejaron a miles de personas sin hogar, su experiencia con los terremotos de Kobe en su Japón natal durante el año anterior le hizo recapacitar en las acciones que se estaban llevando a cabo para alojarles. Observó que la ONU aportaba grandes superficies de plástico para que se habilitasen alojamientos temporales construidos mediante una estructura de madera que proporcionaban los bosques cercanos. Y relata Yo creia que en África siempre hacía calor y me impresionaron las imágenes de gente temblando bajo los plásticos azules. La baja permeabilidad de este material, que disminuía la sensación térmica en el interior de los habitáculos añadía una problemática más a la situación de los alojados. De un lado se les protegía de la intemperie, pero de otro se incrementaba su incapacidad para soportar el frío. El empleo insostenible de la madera de los bosques acabó por deforestar el país, acusando aún más su  predisposición a los desastres naturales.

El arquitecto propuso el empleo de materiales reciclables como el cartón para la construcción de este tipo de equipamientos tan necesarios, requiriendo de un largo proceso de experimentación para justificar su adecuación a la intemperie.

El hecho es que la idea de emplear el cartón como material constructivo no había aparecido allí como una solución alternativa y sostenible, Ban ya había empleado estos materiales en la construcción de otras obras con fines muy distintos: la vivienda de su madre, o un pabellón para una retrospectiva de Alvar Aalto, el arquitecto finlandés, entre otros.

Lo verdaderamente importante es que el catastrófico resultado (deforestación) de una necesidad inmediata (alojamiento) así como una errónea gestión por parte de los organismos internacionales (plástico aportado por la ONU sobre estructuras de madera de los bosques cercanos) había ocasionado que se pensase en emplear un material que si bien él  antes había usado como un recurso novedoso, estético y sostenible carecía en su obra de connotaciones previas “humanitarias”.

El prototipo del mínimo cobijo formado por sencillas  estructuras de cartón prensado altamente resistentes cubiertas con plástico azul consiguió convencer a la ONU, que en colaboración con Médico sin Fronteras, lo  distribuyó por toda África.

En el artículo relata además con ironía que el cobijo, para quien se queda sin él, es una necesidad fundamental, y ofrecer ese alivio es el trabajo de los arquitectos. Pero no he conocido a muchos interesados en ese campo. Históricamente, los arquitectos trabajamos para los poderosos: los reyes antes, las grandes empresas hoy. Nuestra arquitectura representa su dinero y su poder. Es una responsabilidad de los arquitectos hacer bien esos edificios porque definen las ciudades en las que vivimos. Pero también es importante trabajar para otro tipo de gente. Es una oportunidad para un arquitecto poder dar cobijo a alguien».

Lejos de las interpretaciones y susceptibilidades que pueda dar esta explicación (ofrecer ese alivio, otro tipo de gente, oportunidad) sí es cierto que, a menudo, y precisamente en estos años atrás que parecen ya tan lejanos, los arquitectos hemos parecido olvidar precisamente la naturaleza de nuestra función social: el crear cobijo.

Por eso al leer en el artículo la relación de conferenciantes del Congreso “Desplazamientos” no pude más que sentir cierta extrañeza al relacionar en el mismo lugar el Desplazamiento del profesional arquitecto a otros países en busca de una realidad mejor o al menos distinta, con el de los desplazados por causas totalmente ajenas y desde luego menos esperanzadoras (hambruna, guerras, desastres naturales, regímenes políticos, etc…) que me hacen pensar en la trivialidad con la que se trata en muchísimas ocasiones la Cooperación al Desarrollo y la necesidad de personas realmente implicadas y con ganas de actuar planteándose desde la misma génesis de su acción un enfoque previo con el que dilucidar cuáles son las necesidades de ese grupo, cuál es su problemática, qué soluciones se le pueden aportar y cómo enfocarlas.

Y me planteo algunos interrogantes:

¿Es consciente el arquitecto de la labor fundamental de su oficio en especial en estos lugares y circunstancias?

¿Hay cierto oportunismo alentado por las actuales circunstancias económicas y sociales en reconducir su actividad hacia los fines sociales?

¿Han revertido realmente los últimos avances tecnológicos en el estudio de los alojamientos a ‘desplazados forzosos’?

Pero no he conocido a muchos interesados en ese campo decía Shigeru Ban en la entrevista ¿existe un interés real por aportar formación a los profesionales de la construcción en lo que se ha venido a denominar como “arquitectura de emergencia” en las Universidades, en los estudios de postgrado, etc?

La salida no es desde luego actuar puntualmente para solucionar un problema también puntual (catástrofe natural, guerra, hambre, etc) sino en implicar y trabajar mano a mano con  los afectados para que la solución aplicada con urgencia tenga una evolución real que favorezca el desarrollo de ese colectivo (¿qué ocurre después? esas viviendas no pueden ser para toda la vida, ¿y los otros equipamientos necesarios: escuelas, centros sanitarios, etc?¿podrán regresar estas personas a su primitivo emplazamiento? ¿reconstruir sus vidas?).

La solución no es sencilla, pero la realidad tampoco se presta a ello. No hay que ir demasiado lejos para observar cómo asentamientos que se plantearon como temporales en nuestras ciudades para colectivos de personas con las que no se sabe muy bien qué hacer siguen años después ahí sin que la desidia administrativa ni la incapacidad política se implique realmente.

No hace falta ni siquiera que salgas del país, seguro que hay alguno en tu propia ciudad.