Imagínate que con sólo ir a la farmacia y adquirir el medicamento adecuado tuvieses en tus manos la solución a ese problema que te lleva dando tantos dolores de cabeza.

En Málaga, desde los años 40, la calle Mundo Nuevo era el paso que los habitantes del centro empleaban para atravesar, utilizando para ello su túnel, la colina de la Alcazaba camino del Puerto y la Malagueta. La apertura de aquél a finales de los años 30 para conectar la ladera sur con la calle Victoria supuso para los habitantes de estos barrios la conquista de un nuevo espacio ciudadano. Es proverbial que el único paso directo que hasta entonces existía tuviese ese peculiar nombre de “Mundo Nuevo” casi como ese nuevo territorio descubierto que se abría paso para el que vivía prácticamente ajeno al ambiente marino que existía al otro lado. Dos extremos, dos caras, dos ciudades distintas. Hay que recordar que hasta no hace mucho, este era el único paso para atravesar la montaña si una quería evitar dar el rodeo completo a toda la colina para alcanzar el parque y desde ahí proseguir hacia su destino.

A mediados de los 90, se consigue abrir el nuevo túnel de la Alcazaba, tras años de proyectos, obras y trámites, y con ello un nuevo abanico de posibilidades. El mar ya no quedaba tan lejos y la plaza de la Merced, y con ella todos sus aledaños, quedaron más unidos que nunca. La apertura de este túnel trajo consigo la peatonalización de la calle Alcazabilla, la apertura de visuales hacia la Alcazaba, la nueva plaza frente a ella y su aparcamiento subterráneo. Y además, un antes y un después en los flujos y circulaciones ciudadanos.

Y por lo pronto un después para la calle Mundo Nuevo, que progresivamente comenzó a abandonarse hasta que a día de hoy son más los extranjeros que la emplean como medio peatonal de alcanzar la Coracha y subir hacia Gibralfaro.

Admito que el túnel me resulta molesto en sí. Me recuerda a los que atravieso con el coche cuando salgo rumbo a Granada, a la velocidad y a la polución de una autovía en pleno centro de la ciudad. Desde los cuatro carriles de circulación que lo atraviesan hasta las estrechas aceras para peatones, el ruido que me perfora los tímpanos cuando lo recorro o la contaminación que se adhiere a sus paredes. Claro que es cierto que si tienes prisas la lógica línea más corta entre dos puntos distantes como son la plaza de la merced y la del General Torrijos es el túnel por lo que es difícil evitarlo si no es que tu finalidad es la del paseo.

Ahora que la calle Alcazabilla se muestra remodelada y la plaza de la Merced va camino de hacerlo, el túnel y sus aledaños bien merecen una revisión.

A medida que la peatonalización del centro de la ciudad avanza conquistando nuevos espacios públicos para el viandante, tiene menos sentido cada vez que se mantengan los cuatro carriles para vehículos y las mínimas aceras. El túnel debería ser repensado también como un recorrido cubierto en el que peatones y vehículos compartieran espacio respetuosamente. Porque ahora se le ha entregado al coche sin vacilaciones.

La imagen tratada con photoshop que acompaña a este artículo es un simple divertimento no falto de intenciones: si la actual embocadura del túnel tiene ese extraño aspecto acartonado, la salida del parking, sus numerosos desniveles, y la falta de medidas accesibles desmejora las actuales obras de la ladera de la Alcazaba que deberían incorporar en una segunda fase una cierta atención a este lado del túnel en que la vegetación, la alternancia de velocidades y una definitiva apuesta por el peatón fuesen sus máximas.

Quizás así podría coger mi bicicleta para irme a la playa sin acabar volviéndome loca.

Imagínate que con sólo ir a la farmacia y adquirir el medicamento adecuado tuvieses en tus manos la solución a ese problema que te lleva dando tantos dolores de cabeza.

En Málaga, desde los años 40, la calle Mundo Nuevo era el paso que los habitantes del centro empleaban para atravesar, utilizando para ello su túnel, la colina de la Alcazaba camino del Puerto y la Malagueta. La apertura de aquél a finales de los años 30 para conectar la ladera sur con la calle Victoria supuso para los habitantes de estos barrios la conquista de un nuevo espacio ciudadano. Es proverbial que el único paso directo que hasta entonces existía tuviese ese peculiar nombre de “Mundo Nuevo” casi como ese nuevo territorio descubierto que se abría paso para el que vivía prácticamente ajeno al ambiente marino que existía al otro lado. Dos extremos, dos caras, dos ciudades distintas. Hay que recordar que hasta no hace mucho, este era el único paso para atravesar la montaña si una quería evitar dar el rodeo completo a toda la colina para alcanzar el parque y desde ahí proseguir hacia su destino.

A mediados de los 90, se consigue abrir el nuevo túnel de la Alcazaba, tras años de proyectos, obras y trámites, y con ello un nuevo abanico de posibilidades. El mar ya no quedaba tan lejos y la plaza de la Merced, y con ella todos sus aledaños, quedaron más unidos que nunca. La apertura de este túnel trajo consigo la peatonalización de la calle Alcazabilla, la apertura de visuales hacia la Alcazaba, la nueva plaza frente a ella y su aparcamiento subterráneo. Y además, un antes y un después en los flujos y circulaciones ciudadanos.

Y por lo pronto un después para la calle Mundo Nuevo, que progresivamente comenzó a abandonarse hasta que a día de hoy son más los extranjeros que la emplean como medio peatonal de alcanzar la Coracha y subir hacia Gibralfaro.

Admito que el túnel me resulta molesto en sí. Me recuerda a los que atravieso con el coche cuando salgo rumbo a Granada, a la velocidad y a la polución de una autovía en pleno centro de la ciudad. Desde los cuatro carriles de circulación que lo atraviesan hasta las estrechas aceras para peatones, el ruido que me perfora los tímpanos cuando lo recorro o la contaminación que se adhiere a sus paredes. Claro que es cierto que si tienes prisas la lógica línea más corta entre dos puntos distantes como son la plaza de la merced y la del General Torrijos es el túnel por lo que es difícil evitarlo si no es que tu finalidad es la del paseo.

Ahora que la calle Alcazabilla se muestra remodelada y la plaza de la Merced va camino de hacerlo, el túnel y sus aledaños bien merecen una revisión.

A medida que la peatonalización del centro de la ciudad avanza conquistando nuevos espacios públicos para el viandante, tiene menos sentido cada vez que se mantengan los cuatro carriles para vehículos y las mínimas aceras. El túnel debería ser repensado también como un recorrido cubierto en el que peatones y vehículos compartieran espacio respetuosamente. Porque ahora se le ha entregado al coche sin vacilaciones.

La imagen tratada con photoshop que acompaña a este artículo es un simple divertimento no falto de intenciones: si la actual embocadura del túnel tiene ese extraño aspecto acartonado, la salida del parking, sus numerosos desniveles, y la falta de medidas accesibles desmejora las actuales obras de la ladera de la Alcazaba que deberían incorporar en una segunda fase una cierta atención a este lado del túnel en que la vegetación, la alternancia de velocidades y una definitiva apuesta por el peatón fuesen sus máximas.

Quizás así podría coger mi bicicleta para irme a la playa sin acabar volviéndome loca.